Efesios 4:26-27
"Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo "
Eclesiastés 11:10
"Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad"
Santiago 1:19-20
Proverbios 14:17
"El que fácilmente se enoja hará locuras; y el hombre perverso será aborrecido"
Proverbios 15:1
"La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor"
Santiago 1:19-20
"Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;
porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios"Proverbios 14:17
"El que fácilmente se enoja hará locuras; y el hombre perverso será aborrecido"
"La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor"
La Biblia advierte que no siempre tenemos derecho a asumir la conmoción del enojo y sus arrebatos. También indica que hay casos en que nos asalta la ira porque nos provocan, o porque parece justo que reaccionemos de esa manera, o porque nos resulta inevitable ponernos tan bravos. Con todo, estamos indudablemente obligados a controlar la ira porque nunca podríamos justificar lo que va a suceder cuando el enojo se desencadena en acciones agresivas. “No se ponga el sol sobre vuestro enojo” es una de las pautas más apropiadas para darle paso a esta intoxicación de las emociones que nos altera. No hay que soltarle las riendas a ese caballo desbocado que es la irritación y el disgusto. Nunca debemos permitir que nos domine tanto coraje que haga del enfado la balanza de todos nuestros tratos.
Es importante entender que los creyentes podemos tener momentos de enojo, y aún seguir estando bien con Dios. Pero la ira que uno se guarda da oportunidad a Satanás para molestarnos, para inmiscuirse en nuestras vidas, para tentarnos y que caigamos fácilmente. Un temperamento explosivo que no domina su exasperación impide la obra del Espíritu Santo, porque esa furia resta lugar a la pasión que debemos sentir por Jesucristo. Nos protegernos mejor si identificamos lo que con frecuencia nos irrita. Cuando esas situaciones surgen, o cuando vienen personas que nos incomodan tanto, debemos pedirle a Dios que nos haga pacientes, perdonadores, y temerosos de sus leyes.
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